Herramientas III – Cincel

A través del cincel se adquiere un elemento para incidir en la materia. Es una herramienta que permite dirigir finalmente, mediante el esfuerzo, la idea concreta, el objetivo o meta que se desea. Representa un principio activo cuyo propósito es la canalización hacia un ideal preconcebido, es el medio a través del cual la voluntad consigue.

La materia que se busca transformar se vuelve pasiva ante la herramienta. La destreza en el uso del cincel adquiere una importancia relevante en tanto es el medio final que habrá de efectuar los cambios deseados en la forma que se busca; forma por cierto preexistente de manera indudable en la materia sometida al asedio del cincel. Aquí es necesario tener un cuidado especial y hablar de un concepto que a veces se olvida: La forma ideal, la deseada, la necesaria, la sublime existe, sin duda, en la materia que se trabaja. De lo contrario es imposible su manifestación. Si no podemos reconocer esta preexistencia, todo trabajo será en vano, nunca alcanzará el objetivo deseado, no cubrirá la meta, serán meros artificios hechos en la obscuridad.

El cincel tiene como destino y final último ser el medio de descubrimiento que quien se inicia, por el estudio y exploración de la materia en la cual trabaja, sabe posible. ¿Crea entonces formas y órdenes el cincel? Definitivamente no. La forma preexiste al cincel, sus condiciones, sus términos. El cincel contribuye a su manifestación, a descubrir su orden, en un medio que se desenvuelve, en una condición. Si la condición no existe el cincel no tiene utilidad. En éste sentido, la reflexión sobre el símbolo del cincel invita, a quien se inicia, al reconocimiento de la materia que busca transformar. Pues el cincel no sólo quita o despoja, no sólo desnuda, a través de su acción se descubre el orden preexistente en el interior. Si seguimos, por ejemplo, a Octavio Paz en “El arco y la lira”, al principio del libro señala lo siguiente:

… Cualquiera que sea su actividad y profesión, artista o artesano, el hombre transforma la materia prima: Colores, metales, palabras. La operación trasmutadora consiste en los siguiente: Los materiales abandonan el mundo ciego de la naturaleza para ingresar en el de la obras, es decir, en el de las significaciones ¿Qué ocurre, entonces, con la materia piedra, empleada por el hombre para esculpir una estatua y construir una escalera? Aunque la piedra de la estatua no sea distinta a la de la escalera y ambas estén referidas a un mismo sistema de significaciones, la transformación que la piedra ha sufrido en la escultura es de naturaleza diversa a la que la convirtió en escalera […] La piedra triunfa en la escultura, se humilla en la escalera […] La materia, vencida o deformada en el utensilio, recobra su esplendor en la obra de arte.”

Paz, Octavio. 2003. “El arco y la Lira”. (1956, primera. 1972, Tercera) México: Fondo de Cultura Económica.

¿Cómo hacer en este sentido entonces que nuestra acción encuentre lo que busca? Hasta éste momento hablamos de metáforas, símbolos y alegorías de una labor cuya consecuencia se busca real, concreta y papable. Quien se inicia está en capacidad de aplicar los conceptos simbólicos que reflexiona a través de los elementos del ritual y transferirlos en la vida cotidiana. Quien se inicia emprende una labor de conocimiento y exploración en las esferas de su actuar. Es a través de éste reconocimiento que quien se inicia comprende las formas preexistentes e ideales que se encuentran al interior de la materia en la que trabaja.

¿Quiere quien se inicia una familia feliz y próspera? ¿Una actividad estimulante y redituable? ¿Busca desarrollo personal en todas las dimensiones que compone su propia identidad? ¿Preexisten estas formas allí donde las busca? ¿Conoce y tiene conciencia de los objetivos que plantea? ¿Existen las condiciones necesarias para ésta búsqueda y descubrimiento? ¿Las genera, las crea, las respeta, las ama? El cincel no se moverá hasta que la voluntad haga su trabajo propio, hasta que el conocimiento de sí o de la materia que se labra suceda. Pues el cincel también podría deformar aquello que preexiste, dañarlo, corromperlo. Pues el cincel en manos adustas y poco instruidas también puede lesionar. No se trata de quitar lo indeseable; se busca, se descubre, se perfila el orden subyacente ¿Tenemos conocimiento suficiente de la forma ideal que suponemos habita oculta?

Si la forma no preexiste en la materia que nos ocupa, si no podemos reconocerla, el trabajo no servirá y acabará por romper y exterminar toda otra posibilidad. El uso del cincel en éste caso ocasionará más daño que beneficio. Es entonces el desapego de la propia materia lo que nos permitirá la búsqueda objetiva de la forma preexistente y definir la diferencia entre su glorificación o su humillación.

Identificada la forma interior entonces interviene la acción del cincel, no antes. Además, quien se inicia, habrá de tener cuidado en respetar, ante todo, que las acciones producto de su trabajo objetivo sirvan siempre para el engrandecimiento, el bienestar y la gloria; pues conoce ya la diferencia entre el trabajo que enaltece y el que degrada. La acción de éste medio que llamamos ritualmente cincel, al asirlo con la mano izquierda, supone siempre la acción coordinada de la observación consciente de la superficie en la que se actúa y la idea concreta de la que buscamos manifestación. Es un trabajo de distinción, de diferenciación, del juicio que sobreviene inmediatamente a la oposición de los elementos, entre lo que es y lo que puede ser.

Al ser la propia identidad la primera materia sobre la que se actúa, el asimiento del cincel en disposición de efectuar trabajo impone reflexión y exploración de sí. Exige cuidado, mesura y precisión; el enfoque en la realidad propia y el ideal que identificamos habita al interior de la conciencia; de las capacidades que conocemos en su estado de posibilidad y las que usamos de manera habitual. Identificamos antes de su acción irreversible, las posibilidades latentes, la manifestación y el privilegio del deseo, de la idea. Buscar la canalización de los impulsos y culminarlos en la idea que perfecciona, la que construye, la que sirve y es útil para nosotros y para los demás. Ahí incide el cincel, afirmado con la mano simbólica, empuñado con la siniestra, calculado el impulso, identificada la razón, esperando y deseando el resultado que conocemos de manera previa.

El cincel complementa su uso y función con el martillo (como se verá posteriormente), quien se inicia, estudia y aprende, por instrucción o revelación, el manejo hábil de ambas herramientas, concretará su incidencia en las esferas que se proponga; su alcance y perfección dependerá de su costumbre, práctica y ejercicio constante, de su pulso y determinación.

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