Los regalos

Así ante el oriente, así a mitad de las formidables estelas, así al inicio de los días, así en los preámbulos, debe uno cargar y tener prestos tres regalos. Regalos cuyo desprendimiento no los amaina mas los multiplica, los extiende y dispersa como semillas al viento en busca del refugio de la tierra dispuesta.

Sin ellos jamás debéis intentar penetrar en el sublime trazado, ni labrar augures; ni en la tierra, ni en el cielo, ni derramar agua, ni hacer embestidas de viento. Sed avisado de esto y a más, sin ellos no os animéis ni a caminar.

Hay en este mundo varios regalos que habéis de tener para dar, pero tres y sólo tres son los indispensables para poder trabajar; así en el templo, así en la tierra, así en vuestro hogar, así en la trinchera, en la barraca o en la cantera. En solitario, en compañía, frente al enemigo y respaldando a vuestro clan.

Salud ¡Siempre salud! Salud en cuerpo. Sin salud ni del lecho os levantáis. Afirmaos pues en salud, por vos y por los demás. Si un mal corpóreo os aqueja, guardaos, mejorad primero. Asistíos de vuestros pares, solucionad primero el lecho de vuestro dolor y física pena. Salud es el primer regalo, compartidlo siempre porque este retoña. Sin salud no podrás entrar al templo, sin ese regalo a consagrar debéis faltar. Este estado corpóreo es indispensable antes de los trabajos, con vuestra familia y afectos; enfermo sólo causas angustia, enfermo repartes enfermedad. Si os faltase salud, buscad sin duda la asistencia de vuestros pares primero, terminad con vuestro mal.

Alegría ¡Por siempre alegría! Alegría siendo contento en vuestro ánimo y mente. Este regalo os permite siempre disposición, prestancia. Alegría es el segundo regalo, compartidlo siempre porque contagia. Nos mueve a la labor sin pesar ni lamento; es infeliz quien desespera. Sin alegría vuestra labor será sombría, sus frutos amargos y fugaces, sus brotes débiles y mortecinos. Si os asecha la tristeza, la ira o el resentimiento, detened, por fuerza y piedad, toda labor, toda palabra, todo trabajo, todo ritual. No os será dada la entrada al templo, y nunca intentéis trazados ni búsquedas, pues sólo encontraréis encono, frustración y pesar. Este estado anímico es indispensable antes de los trabajos, con vuestra familia y afectos; de otra forma sólo extenderás mancilla, como veneno, como tinta negra en agua clara, lo contaminaréis todo. Reflexionad pues vuestro estado de mente antes todo. Si os faltase ¡Deteneos! Contemplaos, observaos, respirad, buscad primero consejo, escuchad y volved.

Prosperidad ¡Eterna prosperidad! El dominio de un alma próspera. Los espíritus prósperos y dichosos convierten, transmutan, sanan y hacen del horizonte su imperio. Prosperidad es el tercer regalo, compartidlo pues todo lo inunda con cálidas aguas. Sin prosperidad todo se os perderá, hará la miseria de vuestra vida su reino, se escurrirán entre vuestros dedos las riquezas del mundo, no hallareis consuelo, ni cuartel, y no bastarán jamás para vos nayuta universos ni creaciones, pues no tendrá fondo vuestro espíritu; engullirá toda luz y la sustraerá de los demás. Nunca, jamás os presentéis, ni en trabajo, ni en taller, ni en cantera, ni en familia, ni en amante, ni en el templo, ni en espejo; en miseria, en mezquindad; sin prosperidad ¡Nunca! Si vuestra vida se convirtiese en un páramo desierto e inhóspito, si el agua que bebéis se convirtiera en veneno, si las hojas tiernas se secan al tacto de vuestras manos, aprestaos en socorro, solicitad inmediatamente socorro. Efectuad sin pesar la señal precisa antes que la desesperación finque en vuestra alma su infame guardia. Pues es la desesperación verdadera enfermedad de muerte.

Tres regalos y sólo tres anunciaréis a las entradas de cada templo, en las entradas de cada casa o taller. Siempre tres regalos has de traer y las razones de su posesión y guarda celosa habéis de reflexionar bien. Al dar los pasos y también al quedar plantado e impertérrito en las estelas que como Atlas cargan las esferas. Se os pedirán sin duda para la consagración, para la comunión y antes de sonar cada dorada cadena.

Por cada petición que hacéis, por cada lugar que habréis de reclamar, traeréis y daréis los regalos, pues quien se cuenta entre los que contáis numerosos deberán ser presentes y siempre prestos ¿Por qué sin ellos no habéis de penetrar? Por el bien vuestro y de los tuyos, por no empañar la clara luz a vuestros ojos ¡No os engañéis! La luz no es menos diáfana, pero si turbia en vuestro a través. Turbia la compartiréis, censurable será la enseñanza, vano el trabajo, amargos los frutos, angustioso su parto.

Así en el templo, así en el taller, así en vosotros y los demás ¡No lo olvidéis! Es la respuesta, es lo que afirmarás primero y siempre. Así serás mejor, para vos, para los demás, para las proclamaciones ¡No lo olvidéis! Tres regalos, siempre a la mano, siempre dispuestos, nos les pierdas ¡Cuidadles!

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