¿Felicidades?

¿Dónde caben las felicitaciones?

¿En los espacios vacíos que dejan las muertas cotidianas?

¿En el espacio que dejan las voces silenciadas?

¿En el recuerdo de la atrocidad, de la masacre, de la negligencia?

Felicidades ¿Para qué?

Esta lucha que no acaba, esta guerra que les mata

Felicidades ¿Para qué?

Felicidades por aguantar el horror y la miseria, por matar vuestra esencia para encajar en el engrane de una máquina, por voltear a otro lado, por pensar que hay quienes están peor ¿Por eso?

Por eso no se felicita, por eso y esto que es el hoy no caben felicitaciones. Caben la furia y el rencor, también caben la lucha y el estruendo, las manos que se baten para salir de la impotencia, los puños cerrados en alto y el silencio. Eso cabe aquí.

No te felicitas porque un día cualquiera pudo más la ambición y el deseo que la vida y la justicia. No te felicitas porque un día cualquiera pueden más los silencios de la opresión, de las tumbas, de quienes ya no están aquí para contarnos su historia.

No te felicitas por el género, no es un felicidades, es un lo lamento.

Lamento que tan poco haya cambiado; lamento que esta lucha tan tuya y tan solitaria no obtenga victorias, desfiles, ni puntos de no retorno; lamento que tus pasos en la obscuridad estén bajo asecho, que tus éxitos sean ninguneados y despreciados, que la maquinaria haya siempre conquistado la división; que los días transcurran con palabras de paternal conmiseración, de esa despreciable piedad fingida, de una tutela imperdible en esa infantilización lastimera.

Porque circulan las alabanzas a los roles que se imponen sin preguntar, con toda la buena intención de quien no sabe y tampoco le importa.

Para ti mi reconocimiento en espera de vuestro corazón henchido de orgullo, un puño levantado en silencio.

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