La Humana Experiencia

Llegar, llegar es un triunfo, es “El TRIUNFO”, así, con el limitado acento que pueden proveer las mayúsculas, y después ¿Qué se hace?

Todo esto se trataba de llegar ¿A dónde? A eso que llamamos aquí. Dejemos los habéis de lado un poco y de momento, esa forma lánguida y zalamera que se escurre y se enrolla en la lengua de los “elocuentes”. Has llegado ¡Felicidades! ¡Lo conseguiste! Estás aquí, has llegado. Disfruta tu victoria, tu triunfo, EL TRIUNFO y sumérgete de lleno y sin miedo a esto, que has conquistado la vida; con la propia potestad de tu nacimiento, acto valiente, y singular ¡Lo lograste!

Tras las victorias y los triunfos no hay mucho que hacer ¿Qué se hace después? Se disfruta de la cosecha, se beben los fermentos, se juega y enamora a la sombra del árbol plantado, se maravilla ante los colores del firmamento, del inquieto y siempre móvil firmamento, y tenemos desde este aquí una posición privilegiada, pues ante todo hemos de recordar que hemos ganado antes, conquistado, logrado, conseguido la más importante de las victorias: Existir.

Reconocemos entonces la propia existencia y podemos también reconocer esa misma victoria ajena de quienes acompañan también éste glorioso y victorioso estado…

Al tiempo que pasas tus ojos sobre estas líneas, y en éste momento, más quienes como tú, consiguen su victoria y también, más quienes como tú, se disuelven de ella. Al tiempo que pasa tu mirada sobre estas líneas, algunas, muchas, demasiadas, victorias se tornan… Menos gloriosas… Al tiempo que parecen más una derrota, más un martirio, más un suplicio, más una indiferente nada, vacía y desprovista de todo color, de toda belleza… Qué curioso ¿No? Todo esto se trataba de llegar, para regocijarse, disfrutar, respirar, comer y jugar.

Curiosa es también ésta experiencia, esta humana experiencia, tan poderosa e increíble. A través de ésta experiencia podemos transformar, mediar, conducir, cortar, reducir, expandir y cegar la realidad; que es el medio en el que se desenvuelve nuestro triunfo. Podemos escapar y torcer los caminos precisos y concretos, elementales de este aquí, de la realidad.

Abraza a su perro, lo besa y lo quiere mucho, le da de comer, le da de beber y lo libera de las angustias de un medio puramente biológico. No más depredadores, no más hambre, no más frío. Lo socializa, le hace posible vivir, existir y tener su propio triunfo alrededor de otras especies que bien podrían acabar con su vida; le domestica, y lo hace vivir con gatos y roedores, reptiles y otras creaturas. Le quiere mucho, aún cuando no se parecen, le ama inclusive, y viven en comunidad.

Toma a su perro, le azota, le tortura, le maltrata, lo mantiene en perpetuo ayuno, busca la utilidad que le provee la “violencia” de un espíritu hambriento y constantemente estresado, en perpetua amenaza. Lo sustrae de su medio puramente biológico, le hace albergar la destrucción de los miembros de su propia especie; su recompensa es ser el instrumento de una voluntad ajena, terrible e indiferente. Aún cuando no se parecen, no tiene ninguna consideración, le hace existir y tener su propio triunfo en un infierno constante.

Tener tal impacto en la realidad propia y ajena, tanto poder, tanta fuerza y determinación ¡Es increíble! ¿No? Poder crear infiernos o paraísos propios y también ajenos, simplemente por un trabajo elemental de voluntad ¿Qué tan frecuente reflexionamos estas consecuencias para nosotros? ¿Qué tan frecuente reflexionamos estas consecuencias para quienes nos acompañan aquí? Pero no hemos venido aquí a hacer estas reflexiones, porque ya hemos ganado ¿Qué no? Mi triunfal existencia lo es todo.

Me pregunta desde su muy temprana niñez lo que pasa con la muerte ante la mirada juiciosa de quienes sirvieron como medio para que llegara a éste mundo: “No importa tanto lo que pasa con la muerte como lo que pasa con la vida, pues estás aquí para vivir”. Beneplácito y culpa, mezcla inevitable.

¿A qué venimos entonces? ¿Qué propósito puede haber después de ese triunfo, el más importante y el único que cuenta? ¿Qué puede ser eso de vivir? Me decían que se nace, se crece, se reproduce y se muere, y eso es el vivir, en términos simples y formales. Así, también tuve la oportunidad de conocer y experimentar el elemental reduccionismo de mis guías. Así también sé, que el “se reproduce”, puede ser tan increíblemente vasto y variable que supera, sin duda, lo que imaginaban mis elementales docentes y pretendían decir.

Aprendió la música y a combinar el color, a expresarse de formas que van más allá de las palabras formales, más allá de lo que pudiera siquiera imaginar decir y hacer sentir. Aprendió y descubrió, reconoció el valor de lo minúsculo y aparentemente intrascendente y lo trajo a nuestros sentidos para nuestra fascinación y beneplácito, para nuestro bienestar. Aprendió y descubrió que es posible traer lo inconmensurable y lo grandioso, filtrarlo a través de nuestros sentidos para su reconstitución al interior nuestro, para nuestro disfrute y emoción. Reprodujo lo que aprendió y descubrió, se multiplicó al interior nuestro, reproduciéndose en un eco que a veces parece eterno.

Aprendió la violencia y la iniquidad, a destruir y destruirse en formas que van más allá de los actos más atroces, más allá de lo que pudiera siquiera imaginar sufrir y hacer sufrir. Aprendió y descubrió, conoció la indiferencia y el poder de lo terrible, a negar todo valor ajeno y a afirmar el propio a través de esa negación. Apropiándose de nuestros sentidos para nuestra angustia y desesperación. Aprendió y descubrió que es posible generar el miedo y terror más indescriptible y someter, cada uno de nuestros sentidos, a ellos para su beneficio, para su placer. Reprodujo lo que aprendió y descubrió, se multiplicó al interior nuestro, reproduciéndose en un grito que a veces parece eterno.

A veces fantaseo e imagino que cuando decían “se reproduce” se referían sólo a la capacidad de ser instrumento para la manifestación de la existencia de alguien que no soy yo. Que nunca hablaban de esas “otras” reproducciones, tan maravillosas y terribles, tan importantes, tan severas y abrumadoras “otras reproducciones”. Pues ¿De qué otra forma lejos de esa ignorancia podríamos explicar que se les ponga tan poco cuidado? Me gusta (efectivamente es un gusto personal) creer en esa inocencia descuidada que supone la ignorancia y no en la negligencia arbitraria y alevosa que supone el descuido de este componente del “vivir” que es la reproducción. Pero no hemos venido aquí a creer nada, porque ya hemos ganado ¿Qué no? Mi triunfal existencia lo es todo.

Tantas posibilidades y variaciones a partir de la única victoria, semillas que un día se alzan y convierten en entramados y enredaderas. Dualidades aniquiladas por un abanico impensable de actos, consecuencias y omisiones.

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