Comedia

¡Cuánto se pierde y destruye en estas batallas por la razón que a la razón misma no interesan!

La representación y el teatro se vuelven patéticos en tiempos, en farsa y comedia, en la entronización del happening como medio de subsistencia de lo cotidiano.

Los quebrantos a veces se bañan de ridícula pose y es ahí, precisamente que los infantiles anhelos de los en disputa se manifiestan. Los embates esgrimidos desde la superioridad moral, tan mentirosa y prostituta como lo son todas esas superioridades, solo causarán la erosión de lo fundamental ¿Qué hacer?

¡Disfrutar de la comedia! Entender la distancia entre los travestidos personajes que declaman a través de dignidades pasajeras. Cayendo el telón uno se encuentra siempre en su asiento rodeado de basura y caminando en pegajoso piso empalagado, en esa melaza anónima que trata de devolverte a tu asiento. Pero la función termina y los telones caen, los dramas acaban y esas lágrimas insaboras se perderán a las espaldas de quienes salen de ese basurero que antes era un teatro.

Son los propios pasos los labradores de camino ¡No la representación! ¡Qué secreta fortuna tenemos los humanos! Pues las obras que nacen de nuestra falta de carácter, de nuestras desplomadas piernas, encontrarán disolución, se perderán y contarán nada en esa cuenta que nadie lleva y a nadie le importa.

Juego de rondas y cantos, con espadas de cartón y doncellas de mentiras. El tesoro verdadero está y ha estado siempre con cada cual.

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