Herramientas V – Regla

De manera frecuente el símbolo de la regla queda limitado al señalamiento del máximo aprovechamiento de las horas que componen los días en la tierra, pues su división en 24 es una comparación fácil y oportuna. Por otra parte, dentro de la práctica ritual el símbolo se hace robusto por los usos e intervenciones al interior del recinto mismo del ejercicio.

La medida de las cosas, así como los primeros trazos de quienes se inician, tiene una íntima relación con el símbolo. Es un atributo esencial de quien comienza a crear, de quienes efectúan acciones concretas y orientadas a objetivos precisos, medibles y evaluables. Por su forma también evoca la rectitud, en acciones, palabras, pensamientos, deseos y comportamiento. Sin embargo ¿Es solamente un mero recordatorio moralista y censurador?

El cliché establece que la regla es un símbolo del orden de tres episodios cotidianos en la vida: Trabajo, recreación y descanso; se le divide en tres segmentos siguiendo la progresión de las horas. Esta interpretación fácil y arbitraria queda limitada si consideramos que la práctica ritual busca profundizar en el progreso de las conciencias.

La regla es además el primer instrumento de quien comienza a trazar y establecer límites; asimismo la regla marca el camino apropiado en la obscuridad. Cuando se porta con la maestría de quien conoce el ritual, la regla ayuda a iluminar y conducir, pues son las reglas, las marcas en la tierra, los principios, las que conducen nuestras acciones y nuestro hacer. Confirmadas por la experiencia, el estudio y la ciencia, será difícil separarse del camino marcado ¿Cómo confirmar entonces una regla? Desprendiéndose de ella, desapegándose de la misma, entregándola libremente a la experiencia, para verificar su rectitud y saber si nos ayuda, o bien, si es corrupta, desecharla y sustituirla. Seguir ciegamente reglas que no confirmamos puede constituir una necedad y contravenir el fin de los prejuicios que se intenta y muchas veces se proclama.

La regla simboliza el perfeccionamiento. Sin la regla, la industria sería aventurada, las artes serían defectuosas, las ciencias no ofrecerían más que sistemas incoherentes, la lógica sería caprichosa y vagabunda, la legislación sería arbitraria y opresiva, la música sería discordante, la filosofía no sería más que una oscura metafísica y las ciencias perderían su lucidez”

Jean-Marie Ragon citado en Boucher Jules “La symbolique maçonnique”, Paris, 1953.

La regla se toma con la diestra, quien conduce las ceremonias encuentra la valía de su cargo al apegarse a la misma, para instruir, para guiar y finalmente mostrarse en analogía del reflejo de la luz en los senderos de la obscuridad.

Antes de pasar a las formas sublimes y complicadas, quien se inicia deberá de perfeccionar su destreza con este aparentemente sencillo instrumento, pero sin el cual, la obra, cualquiera que ésta sea, será endeble y albergará su propia ruina. Quien se inicia habrá de reflexionar en la rectitud de la herramienta y compararla con las que se le vayan presentando. Reflexionar sobre su uso correcto y la conservación de su rectitud le permitirá después acceder al manejo y destreza de las demás. Quien comienza en conciencia a trazar necesariamente buscará confirmar la rectitud de los principios que le guían, las intenciones y los verdaderos fines del hacer.

Ritualmente, su uso y el apego, siempre consciente, permite la armonía de los elementos que integran la práctica de quienes buscan un progreso sustentable y duradero. Entenderá que los límites necesarios existen por una razón específica e intrínseca al resultado que se desea, cuya finalidad está ligada, siempre, a un ejercicio de dominio.

De manera cotidiana nos apegamos a las reglas y preceptos cuya finalidad, se nos dice, es la búsqueda y consecución del bienestar propio y de nuestros semejantes. Nos encontramos prestos y solícitos a obedecer y cumplir con lo que se nos ha dicho, y educado, formado. Esas reglas sin cuestionamiento se tornarán también en las barras de nuestra propia prisión, en la que nos desenvolvemos gustosos y cómodos. Cuestionar el principio y origen de las mismas se vuelve imperativo, de ahí la labor de acabar con los prejuicios. Obedecer sin cuestionar ni verificar la rectitud de aquello que nos impulsa a la acción, palabra o pensamiento es un peligro cotidiano y constante ¿Son verdaderamente principios de rectitud? ¿A quién benefician? ¿Quién las promueve? ¿Con qué finalidad? Verificar la rectitud y encontrar los principios de los que se desprenden estas reglas es indispensable para quien se inicia. Encontrar también los elementos incorruptibles sobre los cuales desarrollar los principios rectores del hacer de cada quien es parte activa y constante de la práctica ritual.

¿De qué servirían la destreza y tesón en el uso de las demás herramientas cuando los principios están errados, cuando no son compatibles con las finalidades que se quieren alcanzar? Verificad siempre y reflexionad en la regla como herramienta, contemplad el mundo y la propia vida sometiéndose a su filo y borde, verificad la rectitud, no solamente la distribución de vuestro día a día.

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