Herramientas VI – Martillo – Cincel – Regla

¿Puede entonces la soberbia hacernos asumir que la materia que preexiste a quien actúa es caótica e informe? ¿Puede ser que la acción coordinada del trabajo y principios simbólicos no sea más que una violenta irrupción en un orden causal y perfecto?

Se empuñan las primeras herramientas en el acto simbólico del trabajo que llamamos verdadero, sobre una analogía de materia, materia bruta en muchos casos, para darle una forma, pulimento, uso y, en cierta medida, liberación.

¿Violencia destructiva o consagración? Librar de las aristas y acercarse a la perfección guiada por los principios (reglas) confirmadas como verdaderos a través del trabajo simbólico y su reflexión. Obtener piedras listas que habrán de incorporarse más adelante a los fines de los templos. Hacer morir la “materia” y buscar su resurgimiento, o como decía Octavio Paz en el Arco y la Lira: Que recobre su esplendor en la obra de arte.

Librar la acción de los sin sentidos inicialmente es una actividad que quien se inicia tendrá que reflexionar de una forma seria, pues serán ya los actos de su vida alejados gradualmente del automático cotidiano, de la reacción irreflexiva, o por lo menos es parte de lo que se pretende ¿Quién lo pretende? ¿Para qué?

Martillo, cincel y regla no buscan eliminar o, no debieran ser identificados como herramientas de destrucción o corrección censuradora, moralista y castrante. La materia preexiste a quien trabaja, no se debe a. La materia preexiste a quien trabaja, su dignidad misma e intrínseca tampoco se la debe ¿Por qué entonces buscar alterar un orden que trasciende la voluntad de quien trabaja?

Se trabaja con regla, martillo y cincel para buscar y descubrir, por trascendencia; se descubre la forma confirmada con los principios verificados, consonantes con la naturaleza. Voluntad, conocimiento y principios; coordinados en una actividad de descubrimiento, de revelación, la búsqueda de lo que existe debajo del velo de nuestra percepción. Trazado el camino ideal por su descubrimiento se comienza el trabajo, pues esta noción permite lo que conocemos como consagración. Quien se inicia adquirirá la destreza suficiente para traer desde dentro lo que se oculta en las apariencias, inicia pues el reconocimiento, así como el estudio del símbolo con fines de dominio. La recreación a través del ritual y del ejercicio simbólico habría de motivar a quien se inicia en la búsqueda más allá de los límites impuestos por la costumbre y el cotidiano de la vida y experiencia humanas.

…La iniciación está tan estrechamente ligada al modo de ser de la existencia humana, que un número considerable de gestos y acciones del hombre moderno repiten aún escenarios iniciatorios. Más de una vez la ‘lucha con la vida’, las ‘pruebas’ y las ‘dificultades’, que obstaculizan una vocación o una carrera, reiteran en cierto modo las pruebas iniciatorias: Con los ‘golpes’ que recibe, con el ‘sufrimiento’, con las ‘torturas’ morales, o incluso físicas, que padece, el joven ‘se Prueba’ a sí mismo, conoce sus posibilidades, se hace consciente de sus fuerzas y termina haciéndose a sí mismo, espiritualmente adulto y creador (se trata, bien entendido, de la espiritualidad tal como se concibe en el mundo moderno). Pues toda existencia humana está constituida por una serie de pruebas, por la experiencia reiterada de la ‘muerte’ y la ‘resurrección’”

Eliade, Mircea. 1981. “Lo sagrado y lo profano” (1967, primera. 1981, cuarta). España: Guadarrama.

Se busca, tal vez, restablecimiento a través del reconocimiento de un orden superior a las narrativas propias, trascender el anecdótico unipersonal, romper en muchos sentidos con el teatro dramático, la representación que ha cubierto lo esencial de la existencia o la experiencia humanas. Por ello el trabajo será también exclusivamente de quien empuña las herramientas, las entiende y conjuga, las estudia en búsqueda, no en deformación o censura. De ahí también la importancia del conocimiento gradual o graduado, de revelación; pues la materia objetiva, recordemos, es el ser propio viviente.

Los motivos del trabajo los conoce solamente quien trabaja, pues sólo a quien trabaja le corresponden sus bienes, satisfacciones y consecuencias. Sólo quien trabaja y quien se inicia conocen o estudian el estado propio de la materia de su obra y deciden emplear o no, lo que brinda el estudio simbólico. Hasta aquí conjugan solo tres herramientas, las iniciales de todo trabajo, las que permiten emprender metodológicamente lo que se aprende de forma ritual.

Desde ahí en más, las siguientes funcionarán sólo alcanzada la maestría en las primeras, sólo después de la práctica constante, sólo después de la verificación y rectificación, de la constante pregunta, del producto de la duda sistemática que sobreviene a la experiencia del conocimiento.

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