La Pregunta Correcta

El tránsito de la vida humana está plagado de preguntas. El hacer cotidiano orbita alrededor de las respuestas que vamos encontrando en el afán de ir resolviendo las interrogantes que se nos presentan. En este sentido, las preguntan son tan importantes como las repuestas que vamos dando y encontrando; pues con ellas vamos encarando y atendiendo las dificultades y retos en nuestra vida. Sin embargo, la forma de nuestras respuestas está relacionada precisamente con la forma de las preguntas que nos planteamos.

¿Cómo llevar una “buena” vida? ¿Cómo obtener prosperidad? ¿De dónde obtener el necesario dinero y recurso? ¿Qué nos hace felices? ¿Cómo encontrar la felicidad? Cada quien da, a través de su particular instrucción y experiencia, las respuestas que van resolviendo estas y otras miles de interrogantes. Pero tan importante es la enunciación de esas respuestas, en su forma y atribución sentimental, como lo es la manera en la cual nos preguntamos. Responderemos entonces de acuerdo a la pregunta. La enunciación de nuestra preguntas, íntimas y personales, estará definida por la forma en la que vivimos y nos educamos, experimentamos y concebimos la realidad.

Es importante saber responder y enunciar nuestra respuesta, pero es más importante la enunciación de la pregunta “¿Cómo encontrar la felicidad?” es distinto fundamentalmente a “¿Cómo construyo la felicidad?” Aún más, “la felicidad” en este caso se convierte en un sujeto ajeno a quien enuncia, se plantea como un elemento que existe fuera e independientemente de quien pregunta. Entonces lo que se encontrará o lo que se construirá será siempre un elemento ajeno que de alguna manera podría encontrarse o construirse ¿Y eso qué importa? Importa en tanto lo que podemos obtener en respuesta sea concordante con lo que realmente se desea. De ahí que la correcta enunciación sea tan importante en forma de pregunta, pues presupone la respuesta, lo que se obtendrá.

La correcta enunciación no es sólo un elemento reservado a los estudiosos lingüistas, pues el mundo humano se construye, genera, existe y se percibe a través del propio lenguaje: “Sólo hay mundo donde hay lenguaje”, en el sentido que el mundo o lo real existe desde la palabra y sólo a través de ella puede llegar a ser (Heidegger, M.). A través de la palabra la humanidad se apropia y da forma a la realidad, a su particular realidad. Nuestras precepciones e impresiones del mundo dependen entonces de los significados y las formas de enunciar y proclamar ¡Qué peligroso es entonces el discurso propio y ajeno en términos de nuestra libertad! Porque perfila y establece el marco en el cual la vida, nuestra vida, se desarrolla.

La forma de las preguntas, entonces implica generación y resultado, búsqueda y descubrimiento, intercambio entre lo que se desea o quiere y lo que se obtiene ¿Son correspondientes? ¿Lo que se obtuvo satisface en verdad? En su escrito “Un episodio de Parsifal”, Mircea Eliade nos recuerda: “Incluso antes de que se haya obtenido una respuesta satisfactoria, una pregunta correctamente hecha regenera y fertiliza, y no solamente al ser humano sino al Cosmos entero. Nada ilustra mejor la quiebra del hombre al rehusar interrogarse sobre el sentido de su existencia que esta imagen de la naturaleza sufriendo en espera de una pregunta adecuada” ¿Qué preguntas entonces habitan nuestra mente? ¿Qué respuestas tenemos programadas y definen nuestra existencia propia?

La costumbre y el cotidiano nos reclaman respuestas inmediatas, especialmente en términos de la “liquidez” contemporánea. Los momentos de verdadera reflexión parecen confinados a veces a esferas particulares y alejadas sin duda del dominio del inmediato ¡Y así debe de ser! Pues el sistema social, político, económico y cultural, precisan de respuestas convenientes; de respuestas aprendidas, de las respuestas cuya repetición coadyuven al mantenimiento de las estructuras prexistentes al individuo; y para eso, también precisan de las mismas interrogantes, repetidas una y otra vez, pues así preservan una realidad persistente y ofrecen su dominio.

A través de la repetición sistemática de respuestas a preguntas enunciadas convenientemente los sujetos dan sentido a su vida ¿Cuál sentido? El necesario, el que se espera, el que se desea. Ante mismas preguntas, mismas repuestas, mismos destinos, mismos productos, mismos desenlaces. La conducción necesaria para el dominio y el poder, a costa de la voluntad y el bienestar de quienes por incapacidad e ignorancia no pueden, no saben o no se atreven a hacer otras preguntas, diferentes, incómodas, “innecesarias”.

Las preguntas correctas albergan el germen de las respuestas correctas y propician, en términos de prosperidad, felicidad, riqueza y sabiduría, el bienestar al que toda la humanidad tiene derecho. Brindan el medio inicial para su consecución, para su realización y permanencia. Así para quienes buscan trascendencia en vida como para quienes habitamos este mundo en tránsito ¿Cómo aprender a formular las preguntas adecuadas que nos brinden las respuestas correctas? ¿Cómo enunciar siempre en beneficio? ¿Cómo salvar con mi palabra los detestables efectos que supone la circularidad y laberíntica vida cotidiana? Uno de tantos secretos, tal vez, que pueblan esas aparentes instancias, tan ocultas que a simple vista se pierden difusas en ridículas distancias.

(Publicación conjunta https://www.elcentinelaedomex.com/post/la-pregunta-correcta)

Write a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *